miércoles, 12 de enero de 2011

Minería y Protección de Glaciares (Argentina)


El 29 de setiembre, la Cámara de Senadores de la Nación tuvo que elegir entre dos proyectos de ley de protección de glaciares: uno que había tenido media sanción en Senadores, y otro que había tenido media sanción en Diputados. El primero había contado con el asesoramiento del Ianigla y el segundo era un texto decididamente antiminero, impulsado de manera exageradamente visible por internacionales ecologistas.

Previamente, hubo dos reuniones en la Comisión de Ambiente de la Cámara de Senadores (21 y 28 de setiembre) en las que pudimos comprobar que el tema excluyente no fue la consideración de los glaciares como recursos hídricos sino el ataque a la actividad minera.

Mas aún, entre los veinte oradores que expusieron sus puntos de vista a los Senadores de la Comisión no hubo ningún representante de los organismos idóneos en recursos hídricos, ni de la Nación ni de las Provincias. En cambio la mitad de los oradores fueron conocidas figuras del activismo antiminero liderados ideológicamente por la internacional ecologista que tiene sedes en Holanda e Inglaterra.

Tenemos constancia de que la Dirección del Ianigla recomendó al senador Filmus (autor del proyecto original de Senadores) y a los demás legisladores establecer en forma precisa la protección dentro del ambiente glacial, a los glaciares descubiertos y cubiertos, y dentro del ambiente periglacial a los glaciares de escombros. Con esta definición no cabían dudas de que el objetivo era proteger los glaciares.

Además, los senadores escucharon las explicaciones de gobernadores de provincias cordilleranas y de otros oradores que les señalaron que la extensión del área periglacial y de los suelos congelados (apelando a información y mapas de los doctores Arturo Corte y Darío Trombotto, ambos del Ianigla) unida a la prohibición de la minería (hidrocarburos incluidos) en esas zonas, era un impedimento para esa actividad.

Pero la presión de los ecologistas pudo más que los argumentos científicos y, finalmente, por mayoría se aprobó la ley antiminera.

En general, ninguno de los senadores que votaron el texto sancionado tuvo la sinceridad de reconocer que estaban votando una ley antiminera. Aún hoy se puede escuchar a algunos de ellos cuando afirman que no se oponen ni tienen nada en contra de la minería.

Parece que ninguno de ellos tiene el valor de reconocer que dejarán sin trabajo y sin futuro a profesionales, técnicos y obreros dedicados a la minería por su vocación, porque estudiaron para eso, para mantener a sus familias y aportar al desarrollo de nuestra patria.

Afortunadamente, en nuestro país hay intelectuales dispuestos a decir la verdad. Un famoso periodista y hombre de letras, Rodolfo Bracelli, se encargó de decir realmente cómo son las cosas.

Con esa claridad que caracteriza a los hombres de letras, Bracelli dijo: "Costó un h... y el otro también. Que no se nos traspapele esa Ley de Glaciares que impone límites a la irreparable explotación minera. Ha sido muy larga la pulseada y continúa" (diario Jornada, Mendoza, 26 de noviembre de 2010).

De esta manera quedó perfectamente aclarado cuál es el verdadero objetivo de la ley, como así también la continuidad del ataque a los mineros y del conflicto artificialmente creado.

Ahora bien, ¿ese objetivo es el único o existe otro? Hay otros intelectuales argentinos que se han ocupado del tema, como Jorge Orduna (Ecofascismo: Las internacionales ecologistas y las soberanías nacionales, 2008) y nos recomiendan tener cuidado con el discurso de las ecologistas del hemisferio norte, porque detrás del publicitado objetivo medio ambiental suele haber otros que tienen que ver con intereses económicos y con lo que él denomina "ecocolonialismo".

Con esta ley y con la continuidad del conflicto, nos están obligando a mirar hacia la cordillera para que no veamos lo que ocurre en el resto del país. Nos entretienen para que no veamos que los mejores negocios de la llanura lo hacen las empresas extranjeras.

Así están las que embotellan y nos venden nuestra propia agua, las que ponen en góndolas y nos venden nuestros propios alimentos, y tantas otras cuyo común denominador es evitar las inversiones de riesgo, hacer un brillante negocio en pesos y girar las ganancias en dólares a sus países de origen.

Y de paso, si seguimos entretenidos mirando la cordillera, tampoco veremos qué están haciendo con nuestro petróleo en las Malvinas. ¿No les parece?

No hay comentarios:

Publicar un comentario